martes, 27 de julio de 2010

Guiñando la Redacción

Un ensayo consiste precisamente en deshilar una idea y argumentar una tesis sobre cualquier tema del que se sepa lo suficiente como para convencer al lector. Eusebio Ruvalcaba, en el séptimo volumen de la Biblioteca del Periodista, se dedica justo a eso: regala 5 ensayos que en su particular estilo, desenfadado e irónico, desentraña los temas que atañen a su oficio: escribir y leer.

            Con un lenguaje coloquial, fácil de digerir y atractivo para el lector, el también autor de Un hilito de sangre y Desde la tersa noche, aclara al lector que el principal requisito para ser un buen lector es: “Habrá de leerse por placer”, aunque advierte que hay algunas otras razones por las que un sujeto se acerca a un libro, como la necesidad de borrar la ignorancia o la búsqueda de identificación con los personajes.

            En este primer ensayo, Ruvalcaba transmite al lector el gusto que lo llevó a acercarse a la lectura y que la transformación de su vida, fue inminente. Habla también de las necesidades que tiene cada lector y de cómo hay lecturas para todo tipo de público, para quienes buscan poesía o para quienes se acercan en la búsqueda de aventuras que sólo una novela policíaca podría otorgarle.

            El segundo ensayo, que muy sencillamente titula “La escritura”, el autor tapatío desenmaraña la idea de lo necesario que es que quien se dedica a escribir, lo haga a sabiendas que tiene algo que decir. “Escribir es un insulto para los que  nada tienen que decir” –sentencia y advierte que no cualquiera puede ejercer el oficio–.

            Es duro con la actividad que profesa el escritor, la tacha de ingrata y hasta de inútil, pero al mismo tiempo ennoblece la profesión y lo describe incluso como un “acto conservador” en el que se vive hasta las últimas consecuencias. Quien fuera hijo del violinista Higinio Ruvalcaba, culmina su ensayo de la única forma que alguien que ama su trabajo podría hacerlo, señalando que “escribir es, en el peor de los casos, asirse de la vida para no enloquecer”.

            La tercera parte está dedicada a un asunto pocas veces fácil de definir, “El talento”, el autor, quien también tuvo una columna musical en el suplemento Laberinto del periódico Milenio, considera al talento como “prescindible para escribir”, pues argumenta que en el medio existe gente que escribe sin él y gente que no podría separar su nombre de aquél tan ansiado adjetivo.

            Habla de lo tramposo que es creerse talentoso, de la falsa seguridad que le proporciona al escritor y la facilidad con que le quita a éste la capacidad de asombrarse de la vida, además de lo fatal que resulta esto en la imaginación de quien se dedica a las letras.

Explica también que la tenacidad puede ayudar cuando el talento no viene a borbotones, que la astucia y el trabajo continuo son, a veces, mucho más valiosos que lo efímero de un talento que puede convertirse en el peor enemigo del escritor.

El cuarto ensayo es una suerte de composición de lo que la escritura significa por sí misma para Eusebio Ruvalcaba, de cómo el gozo de escribir radica precisamente en la escritura y de la importancia de que sea el placer y no la búsqueda de talento o fama lo que motive al autor a realizar un texto, sea de la índole que sea.

“Creo”, como lo titula, tiene un desarrollo diferente a los ensayos que le preceden, está dividido en dos partes y a su vez, ésta estructurado en incisos, (que cambian un poco el estilo del texto) esto le sirve para dar las distintas perspectivas desde las que ve no sólo la profesión sino a los sujetos que la ejercen y los riesgos del ambiente en el que se desenvuelven.

Finalmente cierra la serie de ensayos con uno que da título a todo el volumen: “60 guiños literarios”, que son justamente eso, sesenta recomendaciones o premisas que el autor expone, en los que habla desde el lector, que define como “la persona que más respeto le habría de merecer a un escritor”, pasando por recomendaciones como no abusar de los diálogos y culminando con el buen uso del lenguaje y la importancia de los idiomas.

Eusebio Ruvalcaba conjuga ironía y conocimiento del oficio del escritor, de ese que teclea por placer y que lee por necesidad, de ese que piensa en quien lo lee y que sabe que la fama es un arma de doble filo que siempre termina degollando el talento y cercenando la imaginación.

1 comentario:

  1. Ok... sólo diré una cosa: Si un día necesito un editor, tú eres el primero en mi lista, lo firmo. =)

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