sábado, 28 de agosto de 2010

El choque

Dicen que la nota debe remitirte a los hechos aunque ya hayan pasado, se puede decir que es mi primera nota en "forma" y decidí hacerla de mi choque. Como elemento ilustrativo les digo que el choque fue el 2 de diciembre de 2009 (ya llovió) pero después de leer lo que publicó el periódico Milenio el 3 de diciembre, refiriéndose a mi choque, me quedó la espinita de mejorarla.

Saludos.



Carambola matutina dejó tres heridos, cuatro conductores consignados al ministerio público y un bloqueo parcial de dos horas en el perímetro de Circuito Interior en dirección sur, a unos 500 metros de la Calzada de Tlalpan.
A las seis de la mañana, un Volkswagen Jetta circulaba por el carril de alta de Río Churubusco, cuando un taxi se cruzó por su camino, obligando al conductor a frenar de golpe; en seguida, el conductor de un Ford Topaz detuvo la marcha para no golpear al Jetta.
El tercer conductor,  a bordo de un Volkswagen Pointer no alcanzó a frenar su auto y golpeó de lleno al Ford Topaz, ocasionando lesiones en el copiloto del Topaz, una menor de edad que iba en la parte trasera del Jetta y de su propio copiloto. Por último, un Renault Clío se estampó en el Pointer y lo dejó comprimido.
Minutos después los tres heridos fueron trasladados al hospital de zona,  mientras los bomberos realizaron trabajos para evitar futuras explosiones, desconectando las baterías de los autos y echando tierra al pavimento a causa del derrame de líquidos automotrices.
Los conductores fueron trasladados al Juzgado número uno de la demarcación (Iztapalapa) para rendir su declaración y esperar el parte médico de los lesionados para así deslindar responsabilidades.

La mujer perfecta

Este cuento tiene un gran valor para mi, fue el que me valió el 10 en el pasado Taller de Redacción y fue también una satisfacción para mi incipiente camino hacia la escritura.

Debo mencionar que no es un cuento cualquiera, tiene un íncipit hecho por Irene Castro y el detalle de la redondez se lo dí buscando un final raro y que así los lectores se dieran un viaje con mi texto.

Disfrútenlo, es mi tesoro...


Camilo la observaba. Era perfecta a la luz de la luna. Su espalda y su cintura habían sido labradas con cinceles de oro y su piel era de seda. No se atrevía a tocarla, ni siquiera con la mirada, sabía que no podía. Pero ahí estaban los dos, él atónito ante su belleza y ella inmóvil a causa de la parálisis que sus piernas le ocasionaba.
La vida no había sido color de rosa para Camilo, a los tres años perdió a su papá, quien intentó cruzar pal otro lado y el desierto lo secó poco a poco. Lucrecia, su madre, intentó darle todo lo que podía, una educación de paga y ropa de marca como los niños de alto estrato social no estuvieron presentes en su vida pero los pocos centavos que le dejaban las quesadillas que vendía eran para cubrir las necesidades de aquel hombre.
A los nueve años entró a trabajar a la carpintería de don Jacinto, el oficio no le gustaba pero la situación cada día era más apretada. Tiempo después conoció a su primer amor, Sara. Sus ojos eran capaces de calmar cualquier tempestad, sus manos eran suaves y tersas como las de una princesa del siglo XV, su nariz era tan respingada que podía ganar el primer premio en un concurso de zanahorias gourmet, pero había algo mal en ella, la polio causaba estragos en su vida y sus días estaban contados.
Cuatro meses se les vio pasear por las calles de la enigmática Lagunilla, cuatro meses de incesante aprendizaje. Lilo (como le decían sus amigos) le encontró el gusto a la carpintería y cómo no encontrárselo si era lo que solventaba las constantes pero baratas salidas con su novia. La noche del 23 de agosto, y después de tres semanas en el hospital, un diafragma paralizado por la mala atención de su enfermedad le puso fin a la vida de Sara y con ella el punto final de la historia de amor.
La depresión hizo que Camilo dejara la escuela y el trabajo que le ofrecía don Jacinto. Los niños del barrio le ofrecieron una mano amiga y él poco a poco fue enamorándose del modo de vida que se llevaba en la calle. Thinner para calmar el hambre, destilado de agave para las noches de fiesta y marihuana para cuando había dinero, se volvieron sus artículos más utilizados.
Para continuar en la banda de los Carvajales de Peralvillo tenía que entrar al campo laboral: robo a mano armada, secuestro exprés y robo de autopartes eran las tres vertientes que le hacían ojitos. Se decidió por la última de las opciones y con el paso del tiempo fue haciéndose de fama entre los chicos de la banda. Diez años pasaron y las “ligas mayores” no podían esperarlo, se convirtió en un prominente secuestrador.
El golpe que le pondría fin a su carrera como delincuente (por un rato) era secuestrar al hijo de un empresario que vivía en la colonia Narvarte. El plan había salido a la perfección, el junior no había puesto resistencia y se disponían a hablarle al padre para pedir una jugosa cantidad a cambio de su vida.
Un error terminó con todo, no contaban con que unos amigos habían seguido al secuestrado de la escuela hacia su casa. En el entronque de Eje Central y Morelos un grupo de policías culminaron el sueño del último secuestro. Después de un agotante proceso, la sentencia llegó y el Reclusorio Oriente se volvió su nueva casa, al menos por 15 años de su todavía inexperta vida.
En las frías noches de la cárcel, Camilo soñaba con la libertad, la imaginaba como una mujer sin precedentes, hermosa de pies a cabeza pero también inalcanzable. En el día, ese joven soñador desaparecía para seguir con la ley de la selva, él era de los más fuertes y de los que más gente seguía.
Detrás de la tranquilidad que denotaba, un plan de fuga se cocinaba entre los reos y Lilo era de los principales cerebros. “Parece que esa mujer no es tan inalcanzable”, se repetía una y otra vez al pensar en la huida.
“Para una sublevación se necesitan huevos e inteligencia y tú las tienes” fueron las palabras que le lanzó El Viejo antes de intentar la hazaña. El día “D” había llegado, los cinco Carvajales y otros 10 reos estaban listos para empezar el motín. Camilo prendió fuego a la sala de los guardias y el desorden comenzó.
El plan salió a la perfección. Parado en el umbral de la libertad la observaba. Era perfecta a la luz de la luna pero no se atrevía a tocarla, después de todo, la trampa no era lo que Lucrecia le había enseñado. Ahí estaban los dos. Él atónito ante su belleza y ella inmóvil a causa de la parálisis que Camilo experimentaba

De vuelta...

Hay días en los que ni siquiera dan ganas de salir de casa, algunos dicen que se trata de levantarse con el pie izquiero... hoy fue un día de esos

jueves, 12 de agosto de 2010

No siempre se tiene el control de lo que pasa

No diario se cumplen años de relación con la mujer que cambió tu vida. Los lunes no son famosos por ser días de fiesta pero aún así decidí invitar a cenar a Miranda. Sin duda, ella es la mujer de mis sueños, pero no siempre se tiene el control de lo que pasa…
A las ocho de la noche pasé a su casa, la rutina me tenía un poco cansado pero el 19 de abril había sido un día de sorpresas; en la mañana mi jefe me recibió con la noticia de una promoción, en la cual mi sueldo engordaría un poco, pero la responsabilidad sería mayor. Nos dirigíamos a un exclusivo restaurante en la colonia condesa (el favorito de mi novia), estando ahí, pedimos un asado argentino y lo maridamos con un vino tipo borgoña.
Al terminar el rico alfajor de maicena salimos del lugar, el rumbo era mi departamento. Transitábamos por la avenida José Vasconcelos y en la esquina con Juan Escutia, un niño con una playera de San Judas Tadeo se acercó a limpiarle el parabrisas al auto. Uno de los puntos en común de nuestra relación, es que los dos somos agnósticos, pero el orgullo con el que el niño portaba el atuendo era digno de admiración, por ello hablamos un poco del “santo de las causas perdidas”.
“Quiero que vayamos a ver cómo se pone el día de San Judas”, me dijo. Al instante acepté, estaba seguro de que sería una experiencia interesante. Mientras tanto, Juan, un conductor de camiones de carga, se dirigía a La raza por el circuito interior para después tomar la avenida de los 100 metros y salir a la carretera hacía Querétaro, lugar en donde tenía que hacer la entrega de veinte toneladas de azúcar.
Nuestra plática estaba en auge, de pronto un golpe del lado derecho del auto irrumpió la charla. El tráiler de Juan había golpeado mi coche al entrar a una curva, dejando inconsciente a mí acompañante. El movimiento de ambulancias, patrullas y bomberos era incesante pero el objetivo era claro, salvar a la señorita que yacía en el coche golpeado.
Han pasado dos semanas, Miranda sigue a la espera de un milagro que la salve del coma en el que entró la madrugada de aquel lunes sorpresivo. La gente dice que el santo del que hablamos es muy milagroso, voy hacia el templo de San Hipólito, no pierdo nada.
Camino por la Alameda Central, jóvenes de entre 15 y 18 años vestidos con motivos en verde y blanco son lo que más se ve; cruzo la avenida Hidalgo y a las afueras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, comerciantes venden todo lo relacionado con San Judas Tadeo. Pulseras, placas de madera tallada y figuras hechas de cerámica son algunas de las cosas que se pueden comprar  antes o después de entrar para obtener una visita redonda al templo.
Sigo caminando y la imagen del santo en los muñecos cristianos de precious moments robó totalmente mi atención; me siento como un turista y estoy dispuesto a sorprenderme con todo. En la esquina de Reforma e Hidalgo, un grupo de jóvenes huelen “activo” justo antes de entrar al recinto religioso.
Afuera de la iglesia, el tianguis gastronómico ofrecía buñuelos, tacos, hot dogs, hamburguesas y hasta ceviche de pescado a los asistentes. Al lado, otros comerciantes vendían el disfraz de San Judas, collares protectores y figurillas del famoso apartado para dios.
En el recinto un mar de gente se encontraba dentro, algunos escuchaban con atención las palabras del padre que ofrecía la misa vespertina y otro grupo, principalmente jóvenes, se dedicaron a platicar durante gran parte del sermón. Después de una pequeña oración en favor de mi novia salí de la iglesia y un aroma a marihuana inundó el ambiente, no era yo.
Aprovechando el cierre de la avenida San Cosme, decidí caminar y echarle un ojo a la vendimia. Camisetas hechas al gusto con pintura en aerosol llamaban la atención de mucha gente y a su vez, dejaban ganancias en los jóvenes grafiteros que se encargaban del negocio.
El reggaetón  sonaba a fuego como dirían los boricuas y algunos jóvenes que se habían dado el tiempo para ver a su patrón coreaban las pegajosas melodías mientras caminaban por la avenida que lucía llena de basura. El espacio para los vendedores se extendía hasta el Eje 1 poniente pero los productos eran muy similares.
Llegué caminando hasta Bucarelli para abordar un camión que me acercaría al hospital en donde está mi novia. Miro hacia atrás y veo restos de un 28 más en el año, un día más en el que los creyentes se citan para ofrecerle una flor o el pago de una manda a su milagroso santo; yo sigo pensando en ti, tal vez hubiera sido más divertido venir contigo pero, no siempre se tiene el control de lo que pasa…