sábado, 28 de agosto de 2010

La mujer perfecta

Este cuento tiene un gran valor para mi, fue el que me valió el 10 en el pasado Taller de Redacción y fue también una satisfacción para mi incipiente camino hacia la escritura.

Debo mencionar que no es un cuento cualquiera, tiene un íncipit hecho por Irene Castro y el detalle de la redondez se lo dí buscando un final raro y que así los lectores se dieran un viaje con mi texto.

Disfrútenlo, es mi tesoro...


Camilo la observaba. Era perfecta a la luz de la luna. Su espalda y su cintura habían sido labradas con cinceles de oro y su piel era de seda. No se atrevía a tocarla, ni siquiera con la mirada, sabía que no podía. Pero ahí estaban los dos, él atónito ante su belleza y ella inmóvil a causa de la parálisis que sus piernas le ocasionaba.
La vida no había sido color de rosa para Camilo, a los tres años perdió a su papá, quien intentó cruzar pal otro lado y el desierto lo secó poco a poco. Lucrecia, su madre, intentó darle todo lo que podía, una educación de paga y ropa de marca como los niños de alto estrato social no estuvieron presentes en su vida pero los pocos centavos que le dejaban las quesadillas que vendía eran para cubrir las necesidades de aquel hombre.
A los nueve años entró a trabajar a la carpintería de don Jacinto, el oficio no le gustaba pero la situación cada día era más apretada. Tiempo después conoció a su primer amor, Sara. Sus ojos eran capaces de calmar cualquier tempestad, sus manos eran suaves y tersas como las de una princesa del siglo XV, su nariz era tan respingada que podía ganar el primer premio en un concurso de zanahorias gourmet, pero había algo mal en ella, la polio causaba estragos en su vida y sus días estaban contados.
Cuatro meses se les vio pasear por las calles de la enigmática Lagunilla, cuatro meses de incesante aprendizaje. Lilo (como le decían sus amigos) le encontró el gusto a la carpintería y cómo no encontrárselo si era lo que solventaba las constantes pero baratas salidas con su novia. La noche del 23 de agosto, y después de tres semanas en el hospital, un diafragma paralizado por la mala atención de su enfermedad le puso fin a la vida de Sara y con ella el punto final de la historia de amor.
La depresión hizo que Camilo dejara la escuela y el trabajo que le ofrecía don Jacinto. Los niños del barrio le ofrecieron una mano amiga y él poco a poco fue enamorándose del modo de vida que se llevaba en la calle. Thinner para calmar el hambre, destilado de agave para las noches de fiesta y marihuana para cuando había dinero, se volvieron sus artículos más utilizados.
Para continuar en la banda de los Carvajales de Peralvillo tenía que entrar al campo laboral: robo a mano armada, secuestro exprés y robo de autopartes eran las tres vertientes que le hacían ojitos. Se decidió por la última de las opciones y con el paso del tiempo fue haciéndose de fama entre los chicos de la banda. Diez años pasaron y las “ligas mayores” no podían esperarlo, se convirtió en un prominente secuestrador.
El golpe que le pondría fin a su carrera como delincuente (por un rato) era secuestrar al hijo de un empresario que vivía en la colonia Narvarte. El plan había salido a la perfección, el junior no había puesto resistencia y se disponían a hablarle al padre para pedir una jugosa cantidad a cambio de su vida.
Un error terminó con todo, no contaban con que unos amigos habían seguido al secuestrado de la escuela hacia su casa. En el entronque de Eje Central y Morelos un grupo de policías culminaron el sueño del último secuestro. Después de un agotante proceso, la sentencia llegó y el Reclusorio Oriente se volvió su nueva casa, al menos por 15 años de su todavía inexperta vida.
En las frías noches de la cárcel, Camilo soñaba con la libertad, la imaginaba como una mujer sin precedentes, hermosa de pies a cabeza pero también inalcanzable. En el día, ese joven soñador desaparecía para seguir con la ley de la selva, él era de los más fuertes y de los que más gente seguía.
Detrás de la tranquilidad que denotaba, un plan de fuga se cocinaba entre los reos y Lilo era de los principales cerebros. “Parece que esa mujer no es tan inalcanzable”, se repetía una y otra vez al pensar en la huida.
“Para una sublevación se necesitan huevos e inteligencia y tú las tienes” fueron las palabras que le lanzó El Viejo antes de intentar la hazaña. El día “D” había llegado, los cinco Carvajales y otros 10 reos estaban listos para empezar el motín. Camilo prendió fuego a la sala de los guardias y el desorden comenzó.
El plan salió a la perfección. Parado en el umbral de la libertad la observaba. Era perfecta a la luz de la luna pero no se atrevía a tocarla, después de todo, la trampa no era lo que Lucrecia le había enseñado. Ahí estaban los dos. Él atónito ante su belleza y ella inmóvil a causa de la parálisis que Camilo experimentaba

2 comentarios:

  1. Muy chingón mi buen Fiesco, casi tan chingón como cuando lo leí hace como 3 meses jajajajaja. Yo ya tan descuidada tengo esta madre que hasta la contraseña se me olvidó xD. Ya verás que regresaré con broche de oro ;). Te lo dije la primera vez que lo leí, no me gustó el final jajajaja. Critica constructiva nada más, fuera de eso. Excelente ! Atte : El Firo que olvidó su contraseña

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  2. Gracias don Firo, el tema del final podría prestarse al debate pero conociéndote y conociéndome no es lo más recomendable
    Sos tan Grande como un Dios Peiretti

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