jueves, 12 de agosto de 2010

No siempre se tiene el control de lo que pasa

No diario se cumplen años de relación con la mujer que cambió tu vida. Los lunes no son famosos por ser días de fiesta pero aún así decidí invitar a cenar a Miranda. Sin duda, ella es la mujer de mis sueños, pero no siempre se tiene el control de lo que pasa…
A las ocho de la noche pasé a su casa, la rutina me tenía un poco cansado pero el 19 de abril había sido un día de sorpresas; en la mañana mi jefe me recibió con la noticia de una promoción, en la cual mi sueldo engordaría un poco, pero la responsabilidad sería mayor. Nos dirigíamos a un exclusivo restaurante en la colonia condesa (el favorito de mi novia), estando ahí, pedimos un asado argentino y lo maridamos con un vino tipo borgoña.
Al terminar el rico alfajor de maicena salimos del lugar, el rumbo era mi departamento. Transitábamos por la avenida José Vasconcelos y en la esquina con Juan Escutia, un niño con una playera de San Judas Tadeo se acercó a limpiarle el parabrisas al auto. Uno de los puntos en común de nuestra relación, es que los dos somos agnósticos, pero el orgullo con el que el niño portaba el atuendo era digno de admiración, por ello hablamos un poco del “santo de las causas perdidas”.
“Quiero que vayamos a ver cómo se pone el día de San Judas”, me dijo. Al instante acepté, estaba seguro de que sería una experiencia interesante. Mientras tanto, Juan, un conductor de camiones de carga, se dirigía a La raza por el circuito interior para después tomar la avenida de los 100 metros y salir a la carretera hacía Querétaro, lugar en donde tenía que hacer la entrega de veinte toneladas de azúcar.
Nuestra plática estaba en auge, de pronto un golpe del lado derecho del auto irrumpió la charla. El tráiler de Juan había golpeado mi coche al entrar a una curva, dejando inconsciente a mí acompañante. El movimiento de ambulancias, patrullas y bomberos era incesante pero el objetivo era claro, salvar a la señorita que yacía en el coche golpeado.
Han pasado dos semanas, Miranda sigue a la espera de un milagro que la salve del coma en el que entró la madrugada de aquel lunes sorpresivo. La gente dice que el santo del que hablamos es muy milagroso, voy hacia el templo de San Hipólito, no pierdo nada.
Camino por la Alameda Central, jóvenes de entre 15 y 18 años vestidos con motivos en verde y blanco son lo que más se ve; cruzo la avenida Hidalgo y a las afueras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, comerciantes venden todo lo relacionado con San Judas Tadeo. Pulseras, placas de madera tallada y figuras hechas de cerámica son algunas de las cosas que se pueden comprar  antes o después de entrar para obtener una visita redonda al templo.
Sigo caminando y la imagen del santo en los muñecos cristianos de precious moments robó totalmente mi atención; me siento como un turista y estoy dispuesto a sorprenderme con todo. En la esquina de Reforma e Hidalgo, un grupo de jóvenes huelen “activo” justo antes de entrar al recinto religioso.
Afuera de la iglesia, el tianguis gastronómico ofrecía buñuelos, tacos, hot dogs, hamburguesas y hasta ceviche de pescado a los asistentes. Al lado, otros comerciantes vendían el disfraz de San Judas, collares protectores y figurillas del famoso apartado para dios.
En el recinto un mar de gente se encontraba dentro, algunos escuchaban con atención las palabras del padre que ofrecía la misa vespertina y otro grupo, principalmente jóvenes, se dedicaron a platicar durante gran parte del sermón. Después de una pequeña oración en favor de mi novia salí de la iglesia y un aroma a marihuana inundó el ambiente, no era yo.
Aprovechando el cierre de la avenida San Cosme, decidí caminar y echarle un ojo a la vendimia. Camisetas hechas al gusto con pintura en aerosol llamaban la atención de mucha gente y a su vez, dejaban ganancias en los jóvenes grafiteros que se encargaban del negocio.
El reggaetón  sonaba a fuego como dirían los boricuas y algunos jóvenes que se habían dado el tiempo para ver a su patrón coreaban las pegajosas melodías mientras caminaban por la avenida que lucía llena de basura. El espacio para los vendedores se extendía hasta el Eje 1 poniente pero los productos eran muy similares.
Llegué caminando hasta Bucarelli para abordar un camión que me acercaría al hospital en donde está mi novia. Miro hacia atrás y veo restos de un 28 más en el año, un día más en el que los creyentes se citan para ofrecerle una flor o el pago de una manda a su milagroso santo; yo sigo pensando en ti, tal vez hubiera sido más divertido venir contigo pero, no siempre se tiene el control de lo que pasa…

1 comentario:

  1. A pesar del tono melodramático, este texto me gustó mucho desde la primera vez que lo leí. ¿Entiendes por qué el gusto por la enseñanza? Tienes un don, escribir no es sólo cuestión de técnica, sino de sensibilidad. Quizá es tu forma de decir, a través de otros, lo que en tu nombre no dices.
    Escribir es un desahogo, una forma de comunicarse, de ser uno mismo a través de otros.
    Felicidades.

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