Algún día de noviembre...

Amor, un día más, ¿que nos deparará el destino?


Días de incertidumbre, noches en vela, tardes risueñas, pero estos días una masa abrumadora me ha embestido y es que el fantasma de la inseguridad me invade día con día, no puedo estar tan lejos de ti.

Cuando amanece, el sol con su calor me hace sentir reconfortado, me siento feliz, completo, pero al voltear al otro lado de mi cama me espera la realidad, esa amarga soledad que me dejaste con tu partida.

Son las 9 de la mañana, de vuelta a la rutina, de vuelta a esa vida gris en la que caminando por la calle me encuentro a todo tipo de gente que cede a cualquier provocación gracias a la psicosis que se respira hoy en día en esta ciudad que vio nacer este amor, nuestra ciudad.

Recuerdo que cuando estábamos juntos éramos inmunes a esa enorme mancha gris que hoy me tiene envuelto.

Por la tarde un bufet de insípidos sabores recorren mi paladar, nada me sabe si no te tengo aquí.

Espero que por allá las reacciones vayan mejor que mi vida en esta fría casa de hormigón.

Por la noche las luces de la ciudad son llamas que queman mi alma, las aceras lucen vacías y parece que lloran por tu ausencia, están desoladas, el largo camino de regreso a casa me parece eterno, de pronto, al pasar por aquella baldosa que lleva nuestro nombre me quedo patidifuso, y es que cierro los ojos y te veo, pero los abro y es solo ese cansancio que me tiene muerto en vida.

Llego al recinto de nuestras glorias, y me recuesto en el sillón esperando a que pase el tiempo, ya no como, ya no duermo, no soy el mismo sin ti.

Ésta es mi vida, espero que tú estés pasando por mejores momentos.

Hasta que el destino nos vuelva a unir